No todos saben que la reina de Francia era una influencer antes de que existiera la palabra. Una apasionada de la moda que impon&iacute;a tendencias y su estilo &uacute;nico a la corte y a toda Europa. Es por ello que el Victoria &amp; Albert Museum de Londres le dedica una muestra titulada simplemente Marie Antoinette Style.

Mar&iacute;a Antonieta, la reina m&aacute;s elegante, criticada y controvertida de la historia, tuvo un enorme impacto en el gusto y la moda europeos de su tiempo. Icono de estilo en su &eacute;poca y una de las primeras &ldquo;celebridades&rdquo; modernas, la moda que luci&oacute; la desafortunada reina de Francia en las &uacute;ltimas d&eacute;cadas del siglo XVIII ha ejercido una influencia duradera en m&aacute;s de 250 a&ntilde;os de dise&ntilde;o, moda, cine y artes decorativas.
La exposici&oacute;n del museo Victoria &amp; Albert recorre el impacto cultural del estilo de Mar&iacute;a Antonieta y su continua inspiraci&oacute;n para dise&ntilde;adores y creativos, desde Sofia Coppola hasta Manolo Blahnik (auspiciador de la muestra). Se exhiben objetos que le pertenecieron, entre ellos fragmentos de vestidos de corte, zapatos de seda y joyas de su colecci&oacute;n privada. Asimismo, pueden verse por primera vez fuera de Versalles y Francia la vajilla de la reina del Petit Trianon, accesorios y objetos &iacute;ntimos de su neceser. Tambi&eacute;n piezas de alta costura contempor&aacute;nea de dise&ntilde;adores como Moschino, Dior, CHANEL, Erdem, Vivienne Westwood y Valentino, y trajes confeccionados para el cine como los de la pel&iacute;cula Mar&iacute;a Antonieta de Sofia Coppola, ganadora del Oscar 2007 al mejor vestuario.&nbsp;

<h4 style="text-align: justify;">Una historia apasionante</h4>
La historia de Mar&iacute;a Antonieta es apasionante. Nacida como Mar&iacute;a Antonia Josefa Juana de Austria-Lorena en Viena, Austria, en 1755, fue enviada a Par&iacute;s por su madre, la emperatriz de Austria, para casarse con el delf&iacute;n franc&eacute;s cuando ten&iacute;a 14 a&ntilde;os. Su prometido, nieto del rey, era solo un a&ntilde;o mayor que ella. Ella era un pe&oacute;n en la compleja diplomacia europea &mdash;se dec&iacute;a que su madre habr&iacute;a preferido enviar a una hija mayor, pero sus hermanas estaban casadas o demasiado marcadas por la viruela como para complacer a la corte francesa, tan preocupada por la imagen&mdash; y su belleza de piel p&aacute;lida y ojos azules sell&oacute; el acuerdo. Se cas&oacute; con Luis Augusto dos d&iacute;as despu&eacute;s de conocerlo.
La delfina era una extranjera en Versalles. Los franceses, que acababan de terminar la guerra contra Austria, desconfiaban de ella. Su marido era un personaje d&eacute;bil y sin carisma, mientras que Mar&iacute;a Antonieta, gran amante de la moda, ten&iacute;a una energ&iacute;a desbordante.
Sin duda, vest&iacute;a de manera espectacular: para la coronaci&oacute;n de su marido, luci&oacute; un vestido bordado con zafiros. Ella fue la creadora de la tendencia de llevar el pelo peinado en un mo&ntilde;o de un metro de altura y adornado con plumas. Antes de su reinado, la moda en la corte francesa hab&iacute;a sido dominio de las amantes de los reyes. Las reinas eran figuras convencionales y dom&eacute;sticas. Mar&iacute;a Antonieta, quIen no tuvo hijos durante los primeros ocho a&ntilde;os de su matrimonio, vio c&oacute;mo su estatus como esposa real &mdash;y extranjera, adem&aacute;s&mdash; se volv&iacute;a cada vez m&aacute;s precario. Por eso se inclin&oacute; por la moda, como una forma de mejorar su imagen. Sus principales colaboradores en esa misi&oacute;n fueron su modista, Rose Bertin, apodada &ldquo;ministra de la moda&rdquo;, que hoy llamar&iacute;amos su estilista (juntas marcaron tendencia con los tonos pastel rococ&oacute; y vestidos cubiertos de bordados, cintas y volantes) y Monsieur Leonard, su peluquero, genio de las extensiones capilares.

En 1781, se dice que gast&oacute; 750 000 libras &mdash;la moneda de la &eacute;poca&mdash; &nbsp;en diamantes y casi un mill&oacute;n en porcelana cuando el salario diario de la mayor&iacute;a de sus s&uacute;bditos era de tres libras. El pueblo franc&eacute;s, indignado por las enormes deudas contra&iacute;das por las elites, estaba furioso y encontr&oacute; un foco de atenci&oacute;n para su descontento. A medida que la crisis financiera se agravaba, con el precio de una barra de pan elev&aacute;ndose a casi el salario de un d&iacute;a completo, se gan&oacute; el apodo de Madame D&eacute;ficit. Doce a&ntilde;os despu&eacute;s, su cabeza rodar&iacute;a en el pat&iacute;bulo. Para la ocasi&oacute;n, ella llevaba una camisola blanca de algod&oacute;n, como la que se exhibe en una vitrina, parte de sus magras posesiones en la t&eacute;trica prisi&oacute;n du Temple.

María Antonieta revisitada

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