No cabe duda de que Elsa Schiaparelli fue una mujer radical. Hoy, despu&eacute;s de algunos a&ntilde;os del relanzamiento de la marca, Daniel Roseberry s eha encargado deseguir sus pasos.

No cabe duda&nbsp;que&nbsp;<a href="https://www.lofficielmexico.com/moda/colaboraciones-historia-arte-moda">Elsa Schiaparelli</a> fue una mujer desobediente. Desde ni&ntilde;a, aunque trataba de encajar en el mundo que le hab&iacute;a tocado vivir, eligi&oacute; las estrategias m&aacute;s inusuales para integrarse a las normas sociales. Por ejemplo, dado que su madre no la consideraba una &laquo;ni&ntilde;a bella&raquo;, la peque&ntilde;a Elsa daba paseos por el jard&iacute;n de su casa en Roma para recolectar flores, las cuales despu&eacute;s se pon&iacute;a en la cabeza, los o&iacute;dos y la nariz, esto con la finalidad de aparecer m&aacute;s bella ante los ojos de los dem&aacute;s.

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Desobedecer fue su lema de vida, se cas&oacute; con Wilhelm Wendt de Kerlor a las 24 horas de haberlo conocido; luego, cuando ya liberada de este matrimonio se instal&oacute; en Par&iacute;s, conoci&oacute; a Poiret un d&iacute;a que, visitando los salones de moda del dise&ntilde;ador, decidi&oacute; husmear entre los probadores y vestir todas las creaciones que fue encontrando a su paso (se dice que el mismo Paul Poiret&nbsp;le regal&oacute; en aquella ocasi&oacute;n un abrigo que a Elsa le sentaba muy bien).
As&iacute;, desobedeciendo, nos ha regalado prendas ic&oacute;nicas que son referencia en la historia de la moda, y al mismo tiempo, recurso de inspiraci&oacute;n a la posteridad: el vestido esqueleto, el collar de insectos o el vestido langosta (con todo y perejil en su estampado) son, apenas, una prueba de ello.

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Relacionada con la vanguardia art&iacute;stica se autonombr&oacute; ella misma una artista que hac&iacute;a moda, ganando con ello muchas rivalidades y creando pol&eacute;micas a su alrededor. Ella, con la sensibilidad que la caracterizaba, logr&oacute; entender que para proponer una colecci&oacute;n hac&iacute;a falta un tema que sirviera de hilo conductor, y propuso los desfiles como grandes espect&aacute;culos que sirvieran lo mismo para mostrar las prendas que para publicitar a la firma.
Hoy, despu&eacute;s de algunos a&ntilde;os del relanzamiento de la marca, lleg&oacute; otro dise&ntilde;ador desobediente para quedar al frente de esta firma: <a href="https://www.lofficielmexico.com/moda/Schiaparelli-alta-costura-oto%C3%B1o-invierno-semana-moda-paris">Daniel Roseberry</a>. Llama poderosamente la atenci&oacute;n la forma en la que, con la soltura de un artista, dibuja cada una de sus creaciones y nos regala, por medio de las redes sociales de la marca, todo un universo iluminado con pocos trazos.
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En medio del mundo convulso en el que vivimos actualmente, <a href="https://www.lofficielmexico.com/moda/documental-schiaparelli">Roseberry</a>&nbsp;se compromete con la fantas&iacute;a lo mismo que con su visi&oacute;n apocal&iacute;ptica de la identidad. Nos muestra grandes vol&uacute;menes que salen de la mitad de una falda, o faldas que brotan, como las flores del jard&iacute;n de Elsa, de los aretes de una modelo.
La nueva mujer Schiaparelli es fuerte, en todo el sentido de la palabra, desafiando las normas del g&eacute;nero se enfunda en un vestido que parece un traje de s&uacute;per h&eacute;roe y que nos recuerda a los artistas que modifican su fisonom&iacute;a para presentar sus performances.

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Hasta en los m&aacute;s peque&ntilde;os detalles aparecen los elementos surrealistas e inquietantes que&nbsp; hicieron famosa a la dise&ntilde;adora italiana: un par de peque&ntilde;os ojos nos miran, a manera de botones, desde los pu&ntilde;os de un blazer color rosa shocking, mientras que sus modelos nos sonr&iacute;en gracias a las dentaduras plateadas con dorado que cuelgan de sus cuellos y que nos recuerdan a los cuentos inquietantes que escribiera Edgar Allan Poe.
La Alta Costura de Daniel Roseberry es m&aacute;gica&hellip; m&aacute;gicamente desobediente, porque nos invita a mostrarnos con descaro y lujo en una armadura bordada con peque&ntilde;os canutillos, en contraste con el leisure wear que pretende convertir a una bata en un vestido; tambi&eacute;n nos pide que so&ntilde;emos con un mundo que rompa con el &laquo;deber ser&raquo;, regal&aacute;ndonos im&aacute;genes que nos inspiran a pensar en una moda donde lo artesanal y minucioso se convierten en la huella que podemos dejar en el mundo.

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Hoy, como desde 1935, el 21 de la Place Vend&ocirc;me sigue siendo el lugar desde el que Elsa Schiaparelli y Daniel Roseberry desobedecen, desde ah&iacute; lanzan su desaf&iacute;o a todos aquellos que piensen que la moda no es un arte, a quienes crean que la Alta Costura solo nos permite so&ntilde;ar con cuentos de hadas, y a todos los que hayan olvidado que la evoluci&oacute;n de la moda est&aacute; &iacute;ntimamente ligada a la irreverencia.

La desobediencia revolucionaria de Schiaparelli

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